jueves, 28 de noviembre de 2013

Esta es nuestra historia

Esta es la historia del día en el que finalmente sucumbí al abismo. De cuando me lancé por el precipicio y me ahogué en la canción más bonita de mi vida. De cómo mis dedos se perdían por su espalda mientras que sus labios me mordían todos mis miedos. De cómo mi alma se hizo esclava de su mirada, quedando para siempre atrapada entre los barrotes de sus pestañas.

Esta es la historia de cómo una historia se convirtió en un sueño infinito. De las cien veces que contábamos estrellas y de las mil veces que conseguiste eclipsar su belleza. Es una historia de magia, de música, de poesía. También de rutina: de tus buenos días y de sonreír cada vez que dabas la vuelta a la esquina. De acostumbrarme a amarte cuando dormías, y que cada mañana volviese a empezar la primavera.

Sin embargo, esta también es la historia de cuando ella dejó de sonreír por mí. De cuando me di cuenta de que me faltaba su oxígeno para seguir respirando. De cómo lamenté cada día que enterramos del presente en “para siempres” que se desvanecieron como el humo en una noche de noviembre. Y que fue entonces cuando comprendí lo vulnerables que podemos llegar a ser cuando nos rompen lo más bonito que tenemos.

En definitiva, esta es nuestra historia, aunque a ti seguramente ya se te haya olvidado. Y es una historia como nosotros: de contradicción y de heridas. Porque sí. Porque te quería incluso en las despedidas. Porque la decepción es el precio que pagamos cuando intentamos abrazar el cielo.


Ojalá nunca tuviésemos que volver a pasar por esto.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Túneles.

Te fuiste, pero nunca has dejado de estar. Te olvidé, pero nunca dejé de recordarte. Así es un poco mi vida: cosas a medias, piezas que no encajan, cartas dirigidas a nadie. Palabras y frases sueltas que ya no significan nada, porque esa luz que daba sentido a todo cada día es más débil. Que tal vez me perdí por el camino solo para ver si alguien me encontraba, pero las calles siguen siendo extrañas, vacías y dolorosamente silenciosas. Y cada día anochece más temprano y aumentan las ganas de ahogarse por dentro, en silencio.

Y seremos, de nuevo, invierno en nuestros ojos. Esperanzas escarchadas que pintarán las cicatrices del color gris de las nubes. Sueños rotos que lloverán en alguna tarde de domingo. Que hay luz al final del túnel, pero más allá solo hay más y más túnel. La vida no entiende de monotonías ni de sueños que duermen bajo tierra. Demasiadas preguntas que flotan, y tal vez la respuesta no esté en el viento, después de todo. Tal vez alguien, allí afuera, realmente nos espera para dejarle que nos salve. A veces de tanto mirar a lo lejos se nos escapa la verdadera felicidad que se esconde delante de nuestras narices. No pedimos ayuda: solo necesitamos que alguien pueda detenerse para comprender lo que nos pasa.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Show must go on.

Ella era especial, porque creía que yo era especial. Porque me hacía creer que yo era especial. Que era importante. Qué sé yo. El caso es que me lo terminé creyendo, y esa fue mi perdición. Pudimos habernos quedado en una bonita anécdota, en un paseo por el parque o una foto cualquiera un sábado por la tarde. Sin duda, la vida habría seguido igual de gris y aburrida, pero sin que todo quemase por dentro. Y por paradójico que parezca, aquellos días que más duelen son los que me siguen sacando las mejores sonrisas. Recuerdo algo de lo último que nos cantó Freddie Mercury antes de que su voz se apagase para siempre: "Inside my heart is breaking, my make up may be flaking but my smile still stays on". Así es un poco la vida: el truco está en aprender a sobrevivir. Y a sonreír, porque al fin y al cabo, el mundo no tiene la culpa de lo que nos pase por dentro.

Sé que no vas a dejar de brillar en el centro de mi universo. También sé que, probablemente, ahora tu luz esté haciendo tremendamente feliz a otra persona. Que la gente aún se gira y murmura cuando me ve caminar solo: “¿qué habrá sido de aquella chica que le hacía tan feliz?”. No es una larga historia. Simplemente, ellos nunca lo entenderán. Lo nuestro, quiero decir. Así que adelante, cariño. Dispara, que yo ya estoy muerto. Y lo que está muerto no puede morir. Por primera vez, no tengo nada que perder. Sonrío. El show debe continuar.




miércoles, 6 de noviembre de 2013

Soñar despierto

Y ese día comprendí que hay algunos besos que no son más que distancia. Pesan, agotan, matan. Nos hacen darnos cuenta de que hay algo ahí dentro que lleva agonizando lentamente durante mucho tiempo y que empieza a doler demasiado. Nunca he podido querido aceptar que la vida real no entiende de finales felices. Hay despedidas, como las nuestras, que terminan con puntos suspensivos, como el humo desvaneciéndose en el aire entre miles de preguntas que nadie vendrá a responder. Y ese día, la ciudad se me quedó tremendamente grande y vacía. Como mi vida.

Pero bueno, después de refugiarme cien veces en el pasado y toparme en miles de ellas con el presente, supongo que la única opción es resignarme a avanzar hacia delante y pensarte desde la lejanía. ¿Qué queréis que haga? Ni siquiera los kilómetros son capaces de difuminar algunos recuerdos, de apagar mis incendios y salvarme cada vez que me ahogo entre la tormenta. Será que la vida nos cambia. Que ni tú ni yo somos los mismos. Que te quise demasiado pero nunca te olvidé lo suficiente. ¿Sabéis? Después de tanto tiempo buscándola con urgencia he aprendido que vivir y morir por ella no son cosas tan distintas, después de todo. Y sé que es irónico, pero las mejores noches en vela fueron aquellas en las que me hacía soñar.

Hace mucho que olvidé cómo era eso de soñar despierto, pero creo que debía parecerse mucho a volar. Sin paracaídas.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Detalles

Ella llegó en noviembre, cuando ya nadie la esperaba. Y con ella, el otoño volvió a vestir las calles grises con sus mejores colores, y hasta los atardeceres volvieron a ser casi tan mágicos como aquellas imágenes que aún permanecen, borrosas, en mi memoria. Podría deciros miles de cosas sobre ella: por ejemplo, no tenía los ojos más bonitos del mundo, pero cada vez que me miraba me hacía sentir como en casa. Tampoco tenía una sonrisa perfecta, pero por sí sola era capaz de poner un poco de luz hasta en esos días en los que llovía más fuerte. No sé, al final te das cuenta de que son esos pequeños detalles los que marcan la diferencia. Es una sensación especial: cuando te han roto tantas veces, se parece bastante a esos tiempos en los que todavía estás entero y no piensas tanto en escapar muy lejos de aquí, a cualquier lugar donde no te puedan alcanzar las espinas de la memoria. Pero yo no pude huir, o no supe hacerlo del todo bien. Inconscientemente, una parte de mí prefirió quedarse en la sombra, sufriendo en silencio, aparentando por fuera que todo estaba en orden. Y las consecuencias fueron desastrosas. Sigo escribiendo por las noches, y eso es una mala noticia. Quizás la peor de todas.


¿Qué le vamos a hacer? Se me da terriblemente mal olvidar(te).