jueves, 6 de noviembre de 2014

Punto y aparte.

Sabes que es el final, cuando te quedas sin versos. Sabes que es un comienzo, cuando ya no duelen sus besos. Cuando tus palabras ya no dicen lo que la razón grita. Cuando ya nada quema porque el corazón se enfría. Sabes que es el fin, cuando amaina la tormenta. Cuando el temporal se vuelve brisa. Cuando las lágrimas se convierten en risa. Así es la vida, que va deprisa. Sabes que arriesgarse es hermoso, y a la vez letal. Que hasta el sentimiento más puro es intenso pero frágil como el cristal. ¿Qué me dices del placer de poder olvidar y mirar a los ojos a la realidad? ¿Qué hay de esas musas que te impedían estar vivo cuando todas tus excusas se convertían en motivos? Se marcharon con el invierno, que cuando se torna tierno derrite poco a poco el hielo. Despierta: deja que el drama deje tu cama para escaparse por la ventana. Recuerda: olvida. Y escucha, que ser feliz está en los matices: en ponerle mil colores a tu escala de grises. Porque al sumar las heridas y restar las cicatrices, si divides entre dos, solo quedan momentos felices. Y es que en esta locura que todo lo cura ambos tenemos parte de culpa: suena paradójico pero todo parece más lógico cuando me contradigo, no sé si me explico. Porque al final te quedas con las cosas buenas, mientras que las penas se desvanecen y vuelan; aunque estas rimas, en el fondo, todavía duelan.

Por suerte, este es el último dolor que ella me causa, y estos los últimos versos que yo le escribo.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Valencia era ella.

No quedaban en Valencia mujeres como ella.

Era ese tren que todos esperaban en la Estación del Norte. El frío de una mañana de invierno paseando por Ciutat Vella, la belleza de un atardecer en la Albufera y el calor de una noche de verano en las terrazas del puerto.

La sonrisa más bonita de la Universidad Politécnica. Los rincones que nadie conocía del barrio del Cabanyal. La que petrificó a las gárgolas del Puente del Reino y la que daba vida a las ruinas de Colón.

Aquella por la que brindaban en los bares de Aragón. La de los paseos eternos por el cauce del río. A la que regalaban mazapanes el nueve de octubre y la chica por la que todos suspiraban en Cánovas.

La que se mezclaba entre la gente de la calle la Paz. La fallera más bella que había pisado la Plaza de la Virgen. La que tenía pólvora en las venas y bailaba como nadie en los locales del Carmen.

El último escalón del Miguelete. El azul de la Senyera. El rincón más verde de Viveros, la rosa más roja del Puente de las Flores y los dientes más blancos del Mercado Central.

Por la que repicaban las campanas en Santa Catalina. La voz más dulce del Palau de la Música. La que gritaba más fuerte los goles en Mestalla. La que iluminaba la playa de la Malvarrosa y el monumento que eclipsaba a la Ciudad de las Artes.

El verso más hermoso que nos dejó Ausiàs March. La estrofa más bonita de nuestro himno regional. La Carmesina de Tirant y la amante de Estellés. Y es que no quedaban en Valencia mujeres como ella: Porque Valencia era ella, y yo aquel que quedó para siempre enamorado de sus calles.






Este texto está inspirado en el poema "Madrid es ella", escrito por Miguel Gane, el cual podéis leer aquí de forma íntegra: http://nusuntpoet.blogspot.com.es/2014/03/madrid-es-ella.html

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lunes, 22 de septiembre de 2014

1321.

Ella era la única estrella que brillaba sobre el cielo de Berlín: se convirtió, sin quererlo, en el contrapunto perfecto a los días grises que nos dejó aquel último verano. Llevaba puestos sus vaqueros rotos que conjuntaba con esa sonrisa capaz de hacer que el mundo se detuviese a admirarla cuando pasaba de largo. Era realmente guapa: tenía la piel tostada, los ojos marrones y llevaba todos los atardeceres recogidos en su pelo.

¿Sabéis? Supe que ella me dolería desde el primer día. El verdadero problema de sentirse vacío por dentro no es que te acabes enamorando de la primera persona que pasa con la esperanza de que llene ese hueco, sino que acabas enamorándote de las personas que no debes cuando la soledad llama a tu puerta. Entonces llegó septiembre, que es donde más duelen las despedidas. Y el destino, caprichoso, quiso que la conociese en la estación en la que la vi marchar por última vez. De fondo sonaba Summertime sadness de Lana del Rey, y ella se marchó como se marchan las cosas que más he querido en esta vida: dejando una herida detrás, de esas que nunca terminan de cicatrizar mientras su nombre te hace sangrar por las noches. Recuerdo que lo único que me dejó cuando nos separamos por última vez fue esa sensación de vértigo y un abrazo de esos que son capaces de arreglarte por dentro. Y fue entonces, en aquella estación de Alemania, cuando comprendí que los mejores trenes son aquellos que nunca piensas que vas a coger. Y lo poco que importan los kilómetros si, al fin y al cabo, todos compartimos un mismo cielo.






Sería bonito pensar que alguien especial pudiese estar leyendo esto ahora mismo, a 1321 kilómetros de aquí. Ya lo sabes..."late is better than never".


miércoles, 13 de agosto de 2014

Counting stars.

Recuerdo sus ojos: brillaban como diamantes. Eran esa clase de ojos en los que a uno le gustaría perderse para siempre. Porque sus ojos no tenían el color del mar, pero eran tan profundos como el propio océano. Recuerdo cuánto me gustaba mirarlos: eran de esos que te hacen sentir tremendamente pequeño. Es un sentimiento difícil de entender para los escépticos que todavía no creen en el amor a primera vista.

Ha pasado el tiempo, pero en las noches como esta, aún recuerdo sus ojos: recuerdo como chispeaban, traviesos, cada vez que la hacía reir, y lo triste que podía hacerme sentir cuando lloraba, como si le lloviese por dentro. Es increíble como algo tan grande, y a la vez tan pequeño, puede convertirse en el centro de nuestro universo. No es algo que elijamos: simplemente un día sucede, y ya está. Nadie te avisa de que ella es capaz de comerte la vida con esa sonrisa. Nadie te recuerda ese terrible epílogo del amor en el que todo se parece peligrosamente a esa sensación de vértigo de caer al vacío con los ojos vendados.



Esta noche el mar me volvió a hablar de ella, y las estrellas fugaces llevaban su nombre en su estela. Y mientras cruzaban el cielo infinito, solo podía pensar en si, por alguna remota casualidad, ella también estaría pensando en lo mismo que yo. Por desgracia, ya no creo en los milagros. Pero en noches como esta, sería bonito volver a hacerlo.




viernes, 20 de junio de 2014

No os enamoréis.

No sé si alguna vez os han dicho que enamorarse podría ser el error más bonito de vuestras vidas.

No os enamoréis de unos ojos que brillen más que las estrellas, ni de una voz que suene mejor que vuestra canción favorita. No perdáis el norte por una sonrisa tan cálida como el mejor de los veranos. No imaginéis sus besos bajo la lluvia ni los atardeceres en la playa, ni deseéis despertar cada día con vuestros brazos en su cintura. No soñéis con esa persona capaz de haceros volar cada vez que la tomáis de la mano. Pero sobre todo, jamás idealicéis la perfección. Porque un día la encontraréis y ya nunca querréis renunciar a ella.

Podría pasarme años intentando preveniros de ese desastre llamado amor. Desastre, porque una vez que caes en él, ya no hay vuelta atrás. Y como por desgracia, las mayores catástrofes son aquellas de las que nunca podemos escapar, un mal día conoceréis a esa persona. Y os prometo, os aseguro, que ese día volveréis a creer en la magia, y comprenderéis por qué no todas las lágrimas son amargas. Que las personas también lloramos de felicidad, sin saber muy bien el motivo. Porque la vida es un poco así, sin sentido, pero al final todos nos morimos por encontrarle uno.

No sé si os he dicho ya que no os enamoréis. Pero si lo hacéis procurad, al menos, que sea para siempre: cuidad a ese amor, y dadle todo lo que tengáis, porque seguramente nunca podáis darle todo lo que se merezca. Haced lo posible y lo imposible por hacerla sentir la persona más feliz del mundo. Queredla como a nadie, porque ella os amará sin reservas. Vivid el presente: el futuro se os escurrirá entre los dedos como arena. Disfrutad de ese amor cada minuto como si fuese el último, porque llegará un día en el que, inevitablemente, lo perderéis. Y entonces la muerte os durará toda la vida.


No cometáis el mismo error que yo: recordad que mi catástrofe también tuvo un nombre. 

jueves, 8 de mayo de 2014

La soledad también se siente sola.

Llevo mucho tiempo intentando juntar estas letras con la esperanza de poder depositarlas algún día en el balcón de tus pupilas. Y que al leerlas comprendas que todos los textos que nunca te he escrito, de alguna forma, también hablaban de ti. Porque no hay nada más sincero e implacable que el silencio cómplice que esconde el papel en blanco, hambriento de historias y huérfano de versos, que nos impide gritar todo aquello que llevamos por dentro. Que nos ahoga y no nos deja respirar, mientras nos consumimos entre cuatro paredes con la esperanza de poder arrancar retazos de poesía a un sentimiento condenado a muerte. Muerte, tal vez por eso de que el amor cuando no muere mata, y amores que matan nunca mueren. Amores de esos que te hacen volver a creer en las personas hasta que la vida se encarga de volver a poner todo en su sitio mientras te rompe de nuevo en mitad del proceso. Algo funciona mal, pensamos. O a lo peor funciona mal todo. La misma vida, que no nos enseña a olvidar, pero sí a desaprender a marchas forzadas. A ser fuerte, quizás un poco demasiado tarde. O a ser valiente, al menos lo suficiente como para arriesgarlo todo una vez más por una persona que acabará marchándose sin decir adiós. Y es de ahí, precisamente, de donde surgen las estrofas más dolorosas, sí. Pero también las más hermosas. Porque la soledad, a veces, también se siente sola.


martes, 11 de marzo de 2014

Ésta es nuestra historia (recitado por Clara I.)

Quiero compartir con vosotros este precioso vídeo que ha hecho mi amiga Clara, que sin que ella lo sepa, me ha regalado algo único, que es ponerle voz a uno de mis textos y permitirme, de esta forma, transmitir esos sentimientos que escapan a la magia de las palabras. Espero y deseo que le dediquéis unos minutos de vuestro tiempo a echarle un vistazo y pasaros por su blog y su canal de YouTube (sí, aparte de tener una voz encantadora, también escribe). Desde aquí le doy las gracias de nuevo y, poniendo mi blog a su disposición, le animo a que siga escribiendo y compartiendo su talento con nosotros. 


Por otra parte, siento no poder publicar últimamente ningún texto por aquí. La universidad me tiene totalmente absorbido y no tengo nada de tiempo para escribir...¡pero os prometo que en cuanto sea libre volverán los textos! :D

Nada más...espero que os guste:

)

martes, 4 de febrero de 2014

Atardece

Atardece. 

Respira. Cierra los ojos. Escapa. A tus pies, el infinito. El ocaso, el fuego, nosotros. ¿Puedes sentirlo? Nunca es demasiado tarde si nos dan motivos para quedarnos. Abre los ojos. Mira al cielo. Coge mi mano. Detén el tiempo. Y por favor, no digas nada: sonríe, y rómpeme en pedazos como solo tú sabes hacerlo. Abrázame; el invierno puede esperar. Quizás la gente diga que no eres la más guapa. Que existen cientos de miradas más cautivadoras que la tuya. Que exagero cuando hablo de tu sonrisa. ¿Y sabes? Puede que tengan razón, pero eres la única persona capaz de llevarme a kilómetros de los problemas. Desde que apareciste, todas las mañanas sale el sol y los atardeceres se visten del color de la esperanza. Haces que ni siquiera me importe lo mucho que algún día me va a costar olvidarte. Algún día, sí. Pero hoy...

Hoy solo es un atardecer, pienso. El entreacto que precede a las estrellas. ¿Me acompañas?


viernes, 10 de enero de 2014

Fuerte

Por fin había llegado. Lejos, muy lejos. Mucho más de lo que nunca se aventuró a imaginar. Nadie podía alcanzarle en su reino de hielo. Y finalmente, más allá de sus recuerdos, había encontrado la paz: entre la neblina y la escarcha, el frío. Los inviernos largos. Él dejó de escribirle: fue entonces cuando creyó que era fuerte. Invulnerable, indestructible. Ingenuo. ¿De verdad lo era? Veréis, yo una vez también creí ser fuerte…hasta que apareció ella.

Era una noche de diciembre, y ahí estaba yo esperándola en la calle. No tardó mucho en aparecer a lo lejos. Venía andando, y conforme se iba acercando, lamenté haberla mirado a los ojos. Creo que esa fue la primera vez que la besé, aunque solo fuese con la mirada. Tengo que decir que soy un poco inútil en estas cosas: “puedo escribir los versos más tristes esta noche”, y sin embargo, apenas fui capaz de decirle “hola”. Me pidió perdón por hacerme esperar, mientras yo me moría de ganas de decirle que ella no llegaba tarde. Si eso el resto del mundo, que tardó tanto tiempo en llevarme hasta ella. ¿Cómo una luz tan brillante pudo pasar tan desapercibida? Me desconciertas, pequeña: tan sencilla y a la vez tan compleja. Contigo no sé si avanzar o retroceder, si acercarme o alejarme, si hablarte o quedarme callado mirando tu fotografía mientras te escribo estas líneas. Es increíble lo rápido que se pasan las horas cuando te tengo cerca, incluso cuando estabas al otro lado de una pantalla a miles de kilómetros de aquí. ¿Qué importa la distancia en un mundo donde nuestros muros más altos están hechos de silencio? Contigo me asaltan las dudas y me ahoga la espera. Y qué bonita manera de ahogarse de nuevo en algo que no sean promesas rotas. No sé si me explico, pero si algún día lo entendéis, buscadme en el fondo.