miércoles, 1 de octubre de 2014

Valencia era ella.

No quedaban en Valencia mujeres como ella.

Era ese tren que todos esperaban en la Estación del Norte. El frío de una mañana de invierno paseando por Ciutat Vella, la belleza de un atardecer en la Albufera y el calor de una noche de verano en las terrazas del puerto.

La sonrisa más bonita de la Universidad Politécnica. Los rincones que nadie conocía del barrio del Cabanyal. La que petrificó a las gárgolas del Puente del Reino y la que daba vida a las ruinas de Colón.

Aquella por la que brindaban en los bares de Aragón. La de los paseos eternos por el cauce del río. A la que regalaban mazapanes el nueve de octubre y la chica por la que todos suspiraban en Cánovas.

La que se mezclaba entre la gente de la calle la Paz. La fallera más bella que había pisado la Plaza de la Virgen. La que tenía pólvora en las venas y bailaba como nadie en los locales del Carmen.

El último escalón del Miguelete. El azul de la Senyera. El rincón más verde de Viveros, la rosa más roja del Puente de las Flores y los dientes más blancos del Mercado Central.

Por la que repicaban las campanas en Santa Catalina. La voz más dulce del Palau de la Música. La que gritaba más fuerte los goles en Mestalla. La que iluminaba la playa de la Malvarrosa y el monumento que eclipsaba a la Ciudad de las Artes.

El verso más hermoso que nos dejó Ausiàs March. La estrofa más bonita de nuestro himno regional. La Carmesina de Tirant y la amante de Estellés. Y es que no quedaban en Valencia mujeres como ella: Porque Valencia era ella, y yo aquel que quedó para siempre enamorado de sus calles.






Este texto está inspirado en el poema "Madrid es ella", escrito por Miguel Gane, el cual podéis leer aquí de forma íntegra: http://nusuntpoet.blogspot.com.es/2014/03/madrid-es-ella.html

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